sábado, 13 de diciembre de 2008

Declaración del Grupo Surrealista de Atenas



El fantasma de la libertad siempre viene con un cuchillo entre los dientes



Todas las piedras, arrancadas del pavimento y lanzadas contra los escudos de los esbirros o las fachadas de los templos comerciales, todas las botellas ardiendo que trazan su órbita en el cielo nocturno, todas las barricadas levantadas en las calles de la ciudad, dividiendo nuestras zonas de las suyas, todas las papeleras de basura consumista que, gracias al fuego de la revuelta, llegan a ser Algo desde la Nada, todos los puños levantados bajo la luna, son los brazos que encarnan, así como dotan de verdadero poder, no sólo a la resistencia sino también a la libertad.

Y es precisamente esa sensación de libertad la que, en estos momentos, queda como la única cosa por la que merece la pena apostar: esa sensación de olvidada mañana infantil, cuando todo podía suceder, porque somos nosotros, como humanos creativos, los que hemos despertado –no esas futuras máquinas humanas de producción conocidas como “sujeto obediente”, “estudiante”, “trabajador alienado”, “dueño”, “hombre/mujer de familia”. La sensación de enfrentar a los enemigos de la libertad, o de no temerles nunca más.

Es así que quienes quieren continuar sus asuntos como si nada hubiera pasado tienen buenas razones para estar preocupados. El fantasma de la libertad siempre viene con un cuchillo entre los dientes, con el deseo violento de romper las cadenas, todas esas cadenas que convierten la vida en una miserable repetición, al servicio de la reproducción de las relaciones de dominación social. Pero desde el sábado 6 de diciembre las ciudades de este país no funcionan correctamente, se acabó la terapia consumista, no más carreteras abiertas para llevarnos al trabajo, no más noticias sobre las iniciativas gubernamentales de recuperación, no más despreocupados cambios de un estilo de vida televisivo a otro, no más paseos vespertinos alrededor de la plaza Syntagma, etc, etc.

Estos días y noches no pertenecen a los mercaderes, comentaristas de televisión, ministros y policías. ¡Estos días y noches son de Alexis!

Como surrealistas estuvimos en las calles desde el principio, junto a otros miles, en revuelta y solidaridad, porque el surrealismo nació con el aliento de la calle, y no lo abandonará nunca.

Tras la resistencia de masas ante los asesinatos del Estado, el aliento de la calle se ha vuelto más cálido, incluso más hospitalario y creativo que antes. No es nuestro cometido señalar ninguna línea de actuación para este movimiento. Aún así asumimos nuestra responsabilidad en el esfuerzo común, ya que es un esfuerzo de libertad. Sin tener que estar de acuerdo en todos los aspectos de un fenómeno de masas como este, sin ser partisanos del odio y la violencia por sí mismos, admitimos que este fenómeno sucede porque hay razones.

No dejemos que este aliento de poesía inflamada se pierda o muera.

Vayamos a la utopía concreta: ¡transformar el mundo y transformar la vida!

¡No hay paz con los esbirros y sus dueños!

¡Todas a las calles!

¡Aquellos que no puedan sentir la rabia mejor que se callen la boca!

Grupo Surrealista de Atenas, diciembre 2008.

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