jueves, 4 de diciembre de 2008

4 de diciembre (1977-2008)

Tres visiones de Andalucía. Los Volteretas, chirigota callejera de 1994, aunque esta versión es de la antología de Los Fantasmas; Los Yesterday, chirigota de 1999; y un artículo de pedro honrubia tomado de rebelion.org











De silencios, olvidos y otros tormentos del pueblo andaluz
4 de Diciembre



Recuerdo que cuando era apenas un niño, mi abuelo me contaba fascinado una historia que tenía una bandera blanca y verde por insignia. Una historia de un pueblo que estaba decidido a reencontrarse con su historia. Como yo tenía el sueño difícil, y él sabía que me encantaba escucharle, día tras día, noche tras noche, me hablaba de como en cierto tiempo las calles de una tierra maravillosa se llenaron un buen día de gente que, contra todo pronóstico, gritaba entusiasmada por que se reconociera la identidad de su pueblo, porque se reconocieran todos y cada uno de los derechos que como tal le correspondían dentro del estado del cual formaban parte. Con una gran sonrisa me relataba como fueron cientos de miles, quizás millones, los hombres y mujeres, jóvenes y adultos, niños y ancianos, que se echaron a la calle, un 4 de Diciembre de 1977, para protestar por lo que ellos consideraban una injusticia histórica para con el bienestar y la identidad de su pueblo (una injusticia más de las muchas que ya habían sufrido durante siglos).

Una marea blanca y verde recorrió entonces las plazas y avenidas de las principales ciudades de Andalucía, y de fondo un grito ensordecedor dejaba sorda a la muchedumbre, que fascinada se dejaba llevar por el bello sonido que de cada una de sus letras se desprendía: ¡¡¡Andaluces Levantaos, pedir tierra y libertad, sea por Andalucía libre, los pueblos y la humanidad!!! Nunca después volvieron a verse en Andalucía semejantes movilizaciones de masas, ni si quiera para protestar contra la guerra de Iraq o para protestar contra los atentados terroristas del 11-M o algunos de los muchos cometidos por ETA en Andalucía. Ni en Huelgas generales, ni en celebraciones de victorias de ciertos acontecimientos deportivos de masas, ni si quiera para vitorear las bodas de duquesas o Infantas, tales movilizaciones ciudadanas jamás han vuelto a repetirse por estas tierras. Por eso, aquel 4 de Diciembre quedará para siempre en la historia de Andalucía como el día en que un pueblo, movilizado y concienciado de su existencia, intentó por fin despertar de su letargo. Pero todo quedó en eso, en un intento.

Eran tiempos de lucha, tiempos de conflictos. Y no sólo para Andalucía. El estado español andaba en pleno proceso de reconversión del fascismo dictatorial en una democracia burguesa liberal, con reminiscencias fascistas. Un nuevo modelo de estado, subproducto del viejo estado franquista y sus planes de desarrollo, se estaba gestando. La izquierda buscaba su hueco en el pastel. Los nacionalismos burgueses querían imponer sus privilegios “históricos”, bien atados y consolidados con la estructura económica que Franco regaló al nuevo estado capitalista, consecuencia histórica de las políticas estatales de explotación y colonialismo intrafronterizo llevadas a cabo por siglos atrás. El rey de España asomaba la cabeza como heredero del poder franquista. Eran tiempos en que, también es verdad, millones de personas, dentro y fuera de Andalucía, soñaban con la libertad y la democracia. Pero todo quedó en eso, en un sueño.

Eran tiempos en que un partido nacionalista andaluz, llamado además, para más inri, socialista, lograba sacar grupo propio de diputados en el parlamento español. Tiempos en que la política andaluza ocupaba todo tipo de portadas e informaciones radiofónicas y televisivas a nivel estatal. Tiempos en que la política española, de España como estado y de sus diferentes naciones, se veía obligada a mirar con lupa todo lo que ocurría en eso que ellos siempre llamaron despectivamente “el sur”. Tiempos en que la voz de un pueblo humilde, trabajador, pacífico pero vigoroso, fue capaz de callar los gritos del poder establecido, que pretendía construir ya desde lo jurídico un estado asimétrico, una España de dos velocidades, la de Madrid y sus socios nacionalistas burgueses del norte, y la del resto, especialmente Andalucía. Eran los tiempos del “café para todos”. Tiempos en los que un presidente de la Junta de Andalucía, no nacionalista para más inri, se atrevió a gritar en sede parlamentaria aquello de ¡Viva Andalucía libre! Eran tiempos de lucha entre el camino del 151 o la vía del 143. Tiempos en que las encuestas sobre temas identitarios arrojaban resultados como este: Sólo español (19%), más español que andaluz (6%), igual de andaluz que de español (47%), más andaluz que español (9%), sólo andaluz (18%). Tiempos, en definitiva, de consciencia política de un pueblo, de un pueblo que agarraba su esperanza al verde de su bandera, y que tuvo que ver como el fascismo español teñía de rojo sangre el blanco de la paz que le acompaña, sólo por pedir una autonomía con derecho a “pan, trabajo y libertad” (José Manuel, Javier, no os olvidamos). Tiempos, otros tiempos.

Desde entonces, mucho ha llovido por esta tierra seca. Me comentaba hoy un compañero que en la tarde del 27 de Noviembre había asistido a una conferencia en Sevilla con ocasión de la presentación de un nuevo libro de Manolo Ruiz que lleva por título “ Tiempos de cambio: ndalucía hacia la transición autonómica ”. Según me dice, el autor había podido constatar que Radio Nacional de España ha destruido todos los documentos radiofónicos de la época de la transición relacionados con el modo tan sorprendente en que se consiguió la autonomía andaluza, de lucha en la calle, de protestas masivas, de implicación política y ciudadana, dejándolos en apenas ¡15 minutos de emisiones! Mi amigo estaba escandalizado. Aunque, en verdad, ambos coincidimos en opinar que tales hechos no nos extrañan en absoluto, ni le son ajenos al pueblo andaluz en su relación con España. Ya lo hicieron previamente, por ejemplo, los reyes católicos quemando en la hoguera todo cuanto tenía que ver con la cultura andalusí (filosofía, ciencias, literatura, historia, etc.). Y es que silenciar la memoria de un pueblo es el método más efectivo posible para acallarlo para siempre. Un pueblo que olvida su pasado, es un pueblo desvalido, huérfano, un pueblo sometido a los vaivenes de la historia que escriben en su nombre los vencedores. Un pueblo sin voz, callado, silenciado: un pueblo muerto politicamente hablando.

Y de silencios va la cosa. Los podemos ver (son silencios lumínicos, por lo simbólico) cada año que pasa en los sucesivos debates parlamentarios sobre “el estado de la nación”. Con cada nuevo debate muchos andaluces nos llevamos las manos a la cabeza por no poder escuchar, a lo largo de dos días de discursos, réplicas y contra réplicas, ni una sola referencia a nuestra tierra durante las intervenciones de los diferentes representantes políticos, entre los cuales se encuentran, claro está, los cabecillas de los partidos que legítimamente representan, supuestamente, nuestros intereses políticos en tan importante lugar. No pintamos nada, decimos como sorprendidos después de semejante falta de respeto al pueblo andaluz, repetida sin pudor alguno año tras año.

Hoy, que podría ser un día cualquiera de un mes cualquiera de un año de estos, aunque en realidad sea vísperas de un 4 de Diciembre, leyendo la prensa del estado, uno se da cuenta de que ese silencio no es, ni mucho menos, una mera casualidad, todo lo contrario. Bien podemos afirmar que tal hecho no es más que la constatación a gran escala de una situación que se repite día a día delante de nuestras narices y que, en la mayoría de ocasiones, cuenta con nuestra total complicidad como andaluces que somos. Entre debates sobre la crisis financiera internacional, noticias de atentados en Iraq o Afganistán, vilipendios a los gobiernos progresistas de América Latina, declaraciones malintencionadas de dirigentes del PP en contra del gobierno de ZP u otros miembros de su propio partido, las salidas de tono de José Blanco o Bono, y alguna que otra referencia a la política de la UE y los EEUU, se nos van las hojas de los principales diarios estatales sin que podamos encontrar entre sus noticias más relevantes una sola mención a la actividad política de nuestra Andalucía. Claro que si es usted andaluz y compra estos diarios en Andalucía, siempre podrá encontrar una pequeña sección central dedicada a la actualidad de nuestra tierra, pero, eso sí, contada desde el punto de vista de la ideología dominante en el diario en cuestión. Nada nuevo bajo el sol, que diría el otro. Hemos de concluir entonces, que si para leer algo sobre la política andaluza nos hemos de dirigir a los periódicos andaluces (locales o sucursales), parece totalmente lógico que para oír hablar de política andaluza nos hemos de dirigir, igualmente, al parlamento de Andalucía. No nos engañemos más, ni en la prensa estatal ni en el parlamento español la política andaluza interesa lo más mínimo. Y para colmo, en el propio parlamento andaluz hasta no hace mucho se ha venido hablando más de planes Ibarretxes y de estatuts que de la propia política andaluza.

Dicho esto, creo que fácilmente podemos llegar a la siguiente conclusión: la política andaluza, hoy por hoy, no pinta nada en el marco global del estado español. Triste pero cierto. La situación es ciertamente para reflexionar y preocuparse, analizar la causas y tratar de hacer algo para voltearlas, pero no tendría mayor relevancia de la que tiene (que no es poca), de no ser porque, encima, algunos políticos andaluces nos quieren vender la idea de una Andalucía como referente básico en la política estatal: Andalucía al máximo, nos dicen. Al máximo desconocimiento de su propia realidad, silenciada, olvidan apuntillar.

Y con este nuevo 4 de Diciembre volveremos a tener una nueva muestra de tales silencios. Se hablará de la proximidad del no sé cuanto aniversario de la constitución española, se hablará del rey y de su legado, se hablará de la memoria histórica, de Franco y hasta de la virgen de la Inmaculada. Pero del 4 de diciembre de 1977 andaluz, ni una palabra. No se hará, por supuesto, en ningún medio estatal (a diferencia de cuando llega la diada o el Aberri Eguna), pero es que ni si quiera se hará en Canal Sur, “la nuestra”. Ni documentales, ni reportajes, ni noticias, nada de nada, se admiten apuestas. Un año más en que el que para todo el andalucismo es el día nacional de Andalucía quedará sepultado en el olvido. Ninguno de los múltiples eventos que serán organizados a lo largo de toda la nación será publicitado, ni antes, ni durante, ni después del acto. Ya no estamos en 1977, es evidente. Es más, salgan ustedes a la calle y pregunten a los andaluces que ocurrió aquel 4 de Diciembre de 1977, comprobarán que el 90% de los que tengan menos de 40 años no sabrán absolutamente nada de ello. ¿Casualidad? Evidentemente no.

Eso sí, no se atrevan, ni por un momento, a comparar la situación de 1977 con la panorámica actual. No sólo son dos contextos históricos bien diferentes, si no que, además, son dos procesos sociales y culturales totalmente opuestos. En aquella ocasión se luchaba por llevar a buen puerto la transición pacífica del franquismo a la democracia, por arrancar de las manos del estado una autonomía de primera, por ser escuchados. Actualmente no se lucha por nada, nos conformamos con el silencio. En aquel momento los andaluces (los de la calle) estábamos preocupados por nuestra autonomía, hoy día todo lo que nos preocupa es saber si Sergio Ramos estará en la próxima convocatoria de la selección española, si volverá un hombre a ser capaz de ganar el concurso de las coplas de Canal Sur, si los vascos y catalanes siguen empeñados en romper la unidad de España o si volverá a llover en la próxima feria de nuestro pueblo y/o ciudad. Pero de política andaluza, nada de nada.

Por eso en aquellos tiempos en el congreso de los diputados se habló andaluz y se defendió con uñas y dientes la conversión de Andalucía en nacionalidad histórica, la prensa estatal hablaba casi a diario de política andaluza y lo que ocurría aquí se seguía con interés por el resto de España. Y por eso, precisamente por eso, porque los andaluces estamos más preocupados por la política estatal que por la autonómica, actualmente en el congreso de los diputados no se habla de Andalucía, en la prensa estatal no se hace ninguna referencia a la política andaluza y en el resto de España ni se enteran de que aquí también habitamos gente que está dispuesta a darlo todo por defender los intereses de Andalucía. El andalucismo ha muerto para España, luego de haberse hecho el haraquiri en Andalucía. Todo un gozo para quienes quieren una Andalucía servicial y obediente, sumisa a los intereses del estado y anclada en la mediocridad política. Un dolor de cabeza menos para los amos de España, burguesía vasca y catalana incluida, por supuesto. Ellos, a diferencia de nosotros, si saben bien aquello de que el día que Andalucía grite, a España le revientan los oídos.

Entre tanto, el futuro no puede pintar peor. Leía recientemente en la prensa (que para esto sí que nos sacan) que se espera que el paro aumente hasta el 20% en los próximos meses. Un 20% nada menos, una cifra que marea sólo de leerla. Ignoro si habrá algún otro territorio en eso que llaman “el mundo desarrollado” que alcance semejantes niveles, pero lo dudo mucho. Son cifras más propias de un país del denominado “tercer mundo” que de una tierra que va ya, según nos han dicho, por la tercera o la cuarta “modernización”. Ante tal panorama, seguramente volverán los años de la emigración, si es que alguna vez se fueron. Porque ¿Quién, siendo andaluz de nacimiento, y teniendo entre 20 y 30 años, no conoce varios casos de personas de su entorno que tuvieron que abandonar su tierra natal para buscarse la vida fuera de Andalucía? Pero como no se fueron hacia Alemania, sino hacia Cataluña, Baleares, Madrid o la comunidad Valenciana, no cuentan como emigrantes. Tal vez ahora, que amenaza con venir un aluvión en masa de salidas forzosas, tengamos que volver a contabilizarlos como tales. Ya me dirán ustedes que otra salida queda ante el millón de parados que se prevé a medio plazo.

Pero los andaluces seguiremos encantados con el campeonato de Europa de fútbol que recientemente ganó España en Austria. Todos nuestros equipos de fútbol más representativos seguirán con la moda de poner la bandera roja y gualda en algún lugar de su camiseta, y los nacionalistas andaluces seguiremos siendo tachados de etarras y amigos de los terroristas, como de costumbre.

20% de paro, entérense, que España vuelve a necesitar mano de obra barata, para limpiar las casas, cuidar a los niños, trabajar los campos, llenar los puestos vacantes en los hoteles de temporada para limpiadores y otros menesteres, servir paellas, cocidos y butifarras. Y no están los tiempos para dejar entrar más negros/as, mulatos/as o latinos/as. Los andaluces/zas, por nuestra propia tradición, nos sobramos y nos bastamos para tales efectos.

En fin, aunque me he enrollado en exceso, en realidad sólo quería decirles que otro 4 de Diciembre se nos va a los andaluces entre silencios y llantos, entre olvidos y ocultaciones, entre paro y emigrantes, entre políticos traidores y entre medios de comunicación vendidos a la burguesía andaluza-española-vasca-catalana. Y esto lo he escrito hoy, vísperas del 4 de Diciembre de 2008, pero podría haberlo escrito cualquiera de los 4 de Diciembre de los últimos 25 años, y hubiera sido, poco más o menos, exactamente lo mismo.

Hace ya muchos años que los andaluces vivimos en constante silencio y olvido.

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