Ante la clásica desolación de un lunes postelectoral dominado por el frikismo made in tv y leyendo las crónicas de un Barça que se empeña en tirar la liga y un Cádiz que desbibuja su identidad entre la burocracia y el dinero, aún nos queda la emoción trascendente del pensamiento civilizado-civilizador (con todas sus contradicciones) y de las paradas de Armando (el mejor ayer en el Athletic). Lean al señor Alba Rico, y a ver si vamos aprendiendo a restar.
[...] La elección decisiva siempre es, siempre ha sido, entre mirar y comer, y si decidimos comérnoslo todo, incluso con los ojos, no sólo la supervivencia física de la humanidad sino asimismo su supervivencia cultural -las condiciones mismas a partir de las cuales es posible pensar las diferencias- está seriamente amenazada. Cuando hablo de “ayuno” o de “ascetismo” lo hago, en un contexto de imágenes digestivas, para recordar algo que comprendió muy bien Benjamin y en lo que insiste siempre Eagleton: el hecho de que una revolución contra el capitalismo es en realidad una revolución “conservadora” o, como ellos sugieren, “refrenadora” y tiene que ver con la urgencia de detener un tren sin frenos que aumenta sin cesar la velocidad. En virtud de una asociación más dineraria que matemática, nos hemos acostumbrado a considerar la suma como algo positivo y la resta, en cambio, como algo negativo, y esto hasta el punto de que disfrutamos sumando incluso muertos (es decir, restando vivos). Materialmente, para devolver a los hombres a la humanidad -es decir, a la memoria, la razón y la imaginación finitas- hay que dar sin duda, a un lado del mundo, muchas cosas que faltan, pero hay también que quitar -del otro lado- muchas más cosas que sobran. Para hacer un ser humano, lo sabemos con Levi-Strauss, se precisan pocos objetos y pocas relaciones, pero no se trata de ser tacaños ni puritanos: el criterio debe ser el de proporcionar a los habitantes del planeta todos aquellos bienes generales -pero sólo esos- cuya distribución sea generalizable, en un contexto ecológico y tecnológico dado, sin amenazar la existencia de ese bien universal -la tierra- del que dependen todos los otros bienes. En cuanto a la mirada, engranada en el aparato digestivo del capitalismo, debe recuperar la distancia objetiva a fuerza de restas (según la fórmula: a menos mercancías más cosas) que ella misma debe descontar. La lucha contra el gag visual, síntesis “natural” en nuestro ojo, sólo puede ser “artificial”; para desengancharse de ese flujo de imágenes-mercancía se requiere un esfuerzo y una disciplina que le son completamente exteriores. Restar es mucho más difícil que sumar. Para ver la televisión basta con abrir los ojos; para apagar la televisión -y mantener abiertos los ojos- hace falta una violencia individual inaudita. La violencia, en este sentido, es el único camino; hay que violentar el proceso de desaparición “natural” de las cosas para que reaparezcan. ¿Qué es realmente mirar? Tomar partido por la existencia exterior, tomar partido por la exterioridad e independencia de las cosas. Es lo que llamamos amor, filosofía, ciencia, Derecho, todas esas “distancias” sumergidas en la digestión biológica del capitalismo.
[aquí el texto completo, en el que se habla de capitalismo, izquierda, Venezuela, Bolivia, Cuba, el mundo árabe-musulman -¡muy interesante!-, materialismo, literatura, ETA y el País Vasco...]
(entrevista de Salvador López Arnal, en El Viejo Topo, recogido de Rebelión)
Firmas de autores de la editorial Libros de la Herida en la Feria del Libro
de Cádiz (del 27 de junio al 6 de julio)
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de Cádiz.
40ª FERIA DEL LIBRO DE CÁDIZ
*Del 27 de junio al 6 de julio d...
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