sábado, 12 de septiembre de 2009

De cine y festivales







Mi primera (¿y única?) crítica de cine
(a M. O., con admiración e inspiración)




Siempre ha sido el caos. Con sólo pequeños interludios en los que se hace el verbo, pero el caos es el rey.

Mientras el Cádiz promete la temporada más anodina de su existencia y acabo la paquetilla, mientras me doy cuenta de que el bloody mary tiene demasiada pimienta y los mercenarios preparan sus máquinas de matar desde el aire para arruirnarnos la mañana del domingo con la escandalosa aquiescencia de los poderes locales y el regocijo de las familias que acercan a sus hijos a tocar a los asesinos trasmutados en héroes por gracia de alguna prensa local; mientras, en fin, la radio reinventa una nueva temporada balompédica, las pantallas fermentan nuevas imágenes para la sesión de esta noche. La división de la alegría espera.

Era jueves por la tarde. First thing you learn is that you always gotta wait. Y después de esperar el nota me deja tirado. Hay que esperar al viernes. La película está anunciada a las nueve, y eso no hay dealer en el mundo que lo pueda cambiar. Tampoco las prisas de P. Así que compuesto y sin nada en los bolsillos pero con novia me llego a la catedral del carnaval reconvertida para la ocasión en sala de cine. Y allí que están todos los petimetres locales dispuestos a una nueva ración de hipocresía social con tal de salir en la foto. Lo llaman gala de inauguración, y parece que a la gran mayoría de los culturetas locales (y pop supuesto a la alcaldesa que padecemos) les interesa mucho más que la película. Desfile de modelos horteras, saludos carroñeros y vanidades de halago fácil. Sobre el escenario una hora de insoportables chistes machistas aderezados con videos propios de una escuela de primaria. La malahostia no tarda en aparecer. El humor perfecto para encarar la proyección de ‘Gonzo: The life and work of Dr. Hunter S. Thompson’ (nombre que a la presentadora le resultaba enormemente difícil pronunciar). Con la sala ya vacía de (casi) todos los buscafotos –alcaldesa incluida-, y una hora y media más tarde, por fin empieza la puta película (no pongas tacos niño, que es signo de falta de creatividad).

A las gentes que se quedan en el semivacío teatro no parece gustarles. Se les hace larga. Se levantan. Hablan. El tic-tic de los abanicos. Los vericuetos de la política estadounidense de los setenta son demasiado para ellos. A mi novia y a mí nos entretiene. Ella descubre un nuevo personaje (sí, sí, no sabía quién es Thompson), y yo me complazco en el maremágnum de psicodelia, bacanales, 22 armas de fuego cargadas y el desencanto de la derrota de la subjetividad que busca la verdad frente a la tristemente inexorable victoria de la objetividad del Imperio.

El documental aguanta por el personaje. Aunque logre trenzar sabiamente los escritos del desfasado doctor Thompson y consigue convertir la palabra periodística –perdonen el término, pero en aquel entonces todavía no daba tanto asco hablar de periodismo- en imagen cinematográfica sin perder potencia metafórica, se pierde en la longitud.
Entre los peros; el tono marcadamente hagiográfico priva al espectador de la parte oscura de Thompson, su carácter cambiante y su por momentos infierno doméstico e interior. Se echan en falta más intervenciones de su primera mujer, sensatamente enamorada y sensatamente divorciada. Y falta profundizar en el alcoholismo y la personalidad abrumadoramente yonki del enorme escritor. Y faltan más cosas también.
Acierta por contrario cuando permite que el propio reportero explique su conversión en mito: “Ahora sería mejor que me muriera, ya no soy necesario”. Y acierta con la apabullante banda sonora, aunque lo difícil hubiera sido joderla, teniendo en cuenta que los periodos de mayor interés creativo de Thompson son las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo, problemático y febril. Y a momentos es divertido, ágil.

Mucha intertextualidad, una narrativa correcta y coherente, un entretenimiento formativo de aproximadamente una hora y veinte minutos, algo de incomodidad en las butacas, ganas de fumar acrecentadas por el sempiterno pitillo en los labios del doctor. Y la sensación de que al documental le faltaba una buena dosis de esa malahostia que te entra al tener que soportar una así llamada gala de inauguración a la que ni por asomo habías planeado asistir.


"No más juegos. No más bombas. No más caminar. No más diversión. No más natación. 67. Eso es 17 años pasados los 50. 17 más de los que necesitaba o quería. Aburrido. Siempre estoy gruñón. Ninguna diversión –para nadie. 67. Te estás volviendo codicioso. Actúa según tu edad. Relájate –esto no dolerá." Nota escrita por Hunter S. Thompson a su esposa el 16 de febrero de 2005, cuatro días antes de dispararse en la boca con una pistola del calibre 45.

Gonzo: The Life and Work of Dr. Hunter S. Thompson
Alex Gibney
Reino Unido, 2008. 118 min. V.O.S.E.
Guión: Alex Gibney y Hunter S. Thompson
Fotografía: Maryse Alberti
Música: David Schwartz
Producción: Graydon Carter, Alison Ellwood y Alex Gibney

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